El gran desafío de los juegos de puzles

Seamos realistas, no todos los juegos van de pegar tiros y liarla parda. Eso está bien, está muy bien. Porque el mundo, sin variedad, sería una… No sigo porque ya lo habéis pillado. Pero retomando el hilo, hay veces que queremos una aventura más tranquilita. Incluso más de pensar. Pero pensar con mayúsculas. Para estrujarnos bien el coco. Y entonces es cuando los juegos de puzles entran en nuestras vidas y nos hacen felices… o nos amargan. Porque o eres un genio de la lógica y los rompecabezas o aquí la probabilidad es 50/50.

 

¿Nos gusta sufrir?

Lo primero que le viene a la cabeza a la gente cuando ve un directo de un youtuber intentando resolver un acertijo, pasarse un boss difícil o respondiendo preguntas de primaria sobre el mínimo común múltiplo, es plantearse si ser gamer está relacionado con querer pasarlo mal.

Aquí no juzgamos a nadie, pero tras pensarlo un poco… no va por ahí la cosa. Lo que nos gustan son los retos. Y lo que nos gusta más que los retos es el placer de superarlos.

Puede que seamos más simples que el mecanismo de un botijo, pero es así. Luego te preguntas por qué ve tu abuela religiosamente ciertos programas de entretenimiento con preguntas que no sabría responder ni un historiador de 1000 años que ha vivido 10 guerras. Quizá tu abuela sea más gamer de lo que te pensabas. Es más, quizá tu abuela te sorprenda si le pones el juego de puzles que ni tú sabes resolver.

 

El gran desafío

Un buen juego de puzles ha de tener varios pilares fundamentales. Obviamente, el primero son los rompecabezas. Pero ojo… que no todos sirven. Y no, no estoy hablando de que sean imposibles de resolver. Estoy hablando de dificultad. Esto no es como un metroidvania. Los jugadores no se van a tirar medio año si hace falta jugando 15 horas al día para acabarse el juego. Si se estancan… caput.

La dificultad tiene que ser la adecuada. Idealmente que vaya escalando (aquí sí coincide un poco más con los metroidvania que comentaba antes). Por otro lado, tenemos la historia. El otro pilar fundamental de casi cualquier juego que se precie.  Quizá parezca difícil integrar una buena historia en este tipo de juegos, pero realmente la magia está en combinar los rompecabezas con una trama atrayente. Y, por último, pero no menos importante, prácticamente indispensable hoy en día: la estética. El look&feel, los vibes, el arte, como queráis llamarle. Dicen que no hay que juzgar un libro por su portada, pero vamos a ser sinceros… Casi todos lo hacemos. Esto no quiere decir que se requiera a Picasso para hacer un juego, pero sí que es un apartado cada vez más importante al que cuidar como al resto.

Si cumple bien estos tres pilares el juego no os defraudará. Un ejemplo de ello lo tenéis en Hostlight, uno de nuestros últimos lanzamientos. ¿Cómo? ¿Qué no lo conoces?

 

Luces y sombras

Como ya os habréis imaginado Hostlight es un juego de puzles. ¿Cumple los pilares mencionados en el apartado anterior? Una servidora considera que sí.

Para los que no conocíais esta pequeña joya indie, desarrollada por la maravillosa gente de ESDIP Games, os contamos un poco al respecto:

Hostlight es un juego de puzles en primera persona donde el jugador despierta en la parte exterior de una torre con forma de ajuga. Al avanzar descubriremos cómo entrar en la torre: a través de una plataforma que nos elevará hacia el primer nivel de esta (es decir, un ascensor). Pero no se trata de un ascensor normal, ya que requiere insertar una pieza (más adelante esto se complica con más piezas) para que este funcione y te lleve a la siguiente planta.

En menos de un minuto (si no te has parado a observar el paisaje que, la verdad, vale la pena y tiene alguna pista narrativa…) nos hayamos en la primera planta de la torre. Es ahí donde conoceremos a «El guía», un amable robot parlanchín que nos explicara el funcionamiento de los puzles de esta torre. Como habréis adivinado por el subtítulo de esta parte del artículo, se trata de jugar con las luces y las sombras.

Cada sala constará de dos partes (o 2 puzles, según se mire):

La primera se trata de coordinar haces de luz con los colores primarios para encender cables inactivos de la torre. Más adelante veréis que la cosa se complica porque no solo será alinear haces de luz sino que implicaremos más mecanismos como espejos o filtros de color para lograr encender los cables ya mencionados.

¿Y para qué queremos dar electricidad a dichos cables? Para la segunda parte:

Estos cables van conectados a unos pedestales donde se encuentran inactivas unas piezas. ¿Recordáis cómo funcionaba el ascensor? Exacto, estas son las piezas que necesitaréis para activarlo porque el propio ascensor es la segunda parte de cada sala. Y es que al avanzar no solo necesitaréis una pieza para hacerlo subir. Necesitaréis varias, que tendréis que colocar e ir girando para que la sombra que proyectan corresponda con la sombra en el suelo del ascensor.

 

Una civilización perdida

Una vez explicadas las mecánicas de juego (que ya veréis que aunque parezcan simples se van complicando cada vez más, convirtiéndose en un auténtico reto para los más gamers) podemos prestar atención a nuestro alrededor. La torre está llena de ilustraciones en sus paredes contando la historia de una civilización que no vemos por ningún lado.

El único rastro de dicha civilización es el propio guía, que comienza a ser bastante sospechoso a los pocos niveles de altura. Si bien se muestra cordial frente a nosotros, pronto veremos que oculta algo. Y, como buenas marujas que somos, tendremos que acabar el juego para averiguar de qué se trata.

No voy a contar más para no quitarle la magia (ni la gracia) al juego. Si queréis averiguar más al respecto ya lo tenéis a la venta en Steam.

Y con esto y un bizcocho, a los fans de los puzles con Hostlight, les darán las ocho (y las nueve, y las diez…).

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